¿Qué distingue a las familias de antes de las de ahora?
Por Miguel Matus.
Antes de
comenzar quiero remontarme a la época revolucionaria de la que fue testigo, la
infancia de mis abuelos. ¿Han visto alguna vez una foto de bodas de aquellos
años? Se acostumbraba a que el Señor era el que posaba sentado y la esposa de
pie. Hablamos de un patriarcado, aunque la señora ocupaba un lugar importante
en la familia. Las responsabilidades eran claras y precisas: El hombre - era
como el rey - y su papel fue el de proveedor. El de ella - era como la reina –
y su papel fue el de servir a su rey y atender y educar a sus hijos.
En aquellas
épocas la mujer sólo tenía dos papeles: el de Esposa y el de Madre. Las
universidades no estaban preparadas para recibir a las mujeres y se tenían que
conformar con aprender de su madre, todo lo concerniente a las labores del
hogar: Empezando por la cocina, la costura, el bordado, la confección de ropa,
etc. Algunas aprendían música y amenizaban las reuniones familiares tocando el
piano. Acudían fervorosamente a los rezos, y esperaban con poca paciencia la
llegada del día de su boda, en sus tardíos y apenas adolescentes quince años.
El señor
cura y su madre se encargaban de llenarles la cabeza de “pecado” y eso aunado a
su poca preparación académica, las mantenía atrapadas en sus labores serviles.
No es fácil rebelarse ante tales acontecimientos. Pregúntenle a Sor Filotea de
la Cruz que tuvo que meterse al Convento de San José de las Carmelitas
Descalzas para poder dedicarse al estudio:
“Yo no puedo
tenerte ni dejarte,
ni sé por
qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra
un no sé qué para quererte
y muchos si
sé qué para olvidarte…”
La sociedad
de antaño tenía claros los roles y las supremacías y los anticonceptivos no
habían aparecido en el plano de la planeación familiar, así como tampoco el
invento de la TV. Entonces, las familias se llenaban de hijos (“los que Dios
nos quiera dar”). En la familia de mi abuela materna, fueron 16. Siempre la
recuerdo embarazada. Dentro de ese esquema, las cosas funcionaban. Las madres
asumían su papel con agrado y los hijos tenían claro quién era quién en la
familia. El divorcio apareció por ley sólo hasta 1917 pero todavía la moral y
las costumbres de la época no lo aceptaban.
Aún en los
tiempos de mis padres, los roles seguían precisos, aunque algunos hacían sus
primeras apariciones. Ya podían las mujeres estudiar algunas carreras. Existía
la posibilidad de separarse o divorciarse, y la cantidad de hijos empezó a
disminuir, en casa sólo fuimos 6. Pero la economía no había desatado su furia y
todavía se podía vivir con el salario del marido. Las universidades no costaban
los millones de ahora y la droga sólo pasaba por México, no se quedaba en casa
(más adelante lo explico).
No recuerdo
con precisión, pero fue en mi generación que un día, al proveedor no le alcanzó
su salario y su mujer tuvo que salir a trabajar para ayudar a los gastos
familiares. Devaluaciones, crisis financieras, modelos económicos deficientes,
obligaron a la mujer a entrar en el mercado laboral. Tal vez algunas lo
hicieron por gusto, pero siento que muchas no les agrado el cambio porque era
doble trabajo. Era el acostumbrado ajetreo del cuidado y educación de los
hijos, MAS ahora su trabajo asalariado.
Y fue cuando
los hijos empezaron a vivirse solos, todavía no llegaba el Internet que los
“acompañara”.
Las cosas se
complicaron, la claridad de los roles se iba perdiendo y los divorcios fueron
en aumento. En muchas familias, la mano se cargo para las mujeres, por su doble
labor y los hombres no asumían fácilmente su co-responsabilidad en casa. Empezó
la guerra entre las parejas y fueron los hijos los más afectados.
Ahora, la
juventud “casadera” decide cambiar. La lejana edad de los abuelos casaderos
cambió de los veinte a los treinta y tantos de ahora. Porque en esta época
existen nuevas prioridades: tanto hombres como mujeres tienen la oportunidad de
estudiar una carrera universitaria y hasta una maestría. Después colocarse en
un trabajo y llegar a puestos ejecutivos que satisfagan sus metas y ambiciones.
Y para que se pueda dar esto se necesitan algo así como treinta años para
lograrlo.
Es más
“cómodo” permanecer viviendo en la casa paterna que pagar rentas muy altas que
afectan su economía. Antes de los treinta, los jóvenes no tienen planes de
casarse y menos las mujeres, que tuvieron que pasar muchos años para que se les
abriera la oportunidad de estudio y trabajo y ahora no lo quieren
desaprovechar.
Hay un
problema: la naturaleza fértil de la mujer empieza a decaer hacia los 35 años.
Entonces, las mujeres tienen una disyuntiva: realizarse como profesionistas de
tiempo completo o ser mamás de tiempo completo. ¿Creen que las dos cosas se
puedan hacer al mismo tiempo? En algunos casos no. Como dice el refrán: “Quién
a dos amos sirve, siempre termina mal”. Inclusive hay mujeres que prefieren
mejor no tener hijos y creo que esta decisión es más valiente y menos egoísta
que la de tener hijos y descuidarlos.
Existen
muchas familias en la actualidad que los dos tienen que trabajar, y a los niños
los dejan con la abuelita, o con la sirvienta, o con el Internet o simplemente
solos. Es muy importante resaltar la necesidad de que la madre esté con sus
hijos recién nacidos por lo menos el primer año de vida. Cuando los mandan a
las guarderías de recién nacidos, los niños no conseguirán la seguridad y
autoestima que requieren.
Para los
jóvenes de ahora les toca un gran paquete, porque ellos tendrán que diseñar un
nuevo modelo de familia. Tanto el hombre como la mujer, tendrán de colaborar -
no competir - y adaptarse a nuevos roles. Es posible que la mujer tenga que ser
menos ejecutiva y el hombre más hogareño. O simplemente adecuar las
características a los roles necesarios. Si la mujer es más abusada para los
negocios que su marido, pues adelante, ella podrá ser la proveedora principal y
si el es muy tierno y le gusta cuidar a sus hijos, pues adelante, así se podría
encontrar a la “pareja perfecta”.
Lo de la
droga tienen que ver con la mayor o menor atención y amor que se le de a los
hijos. Acordémonos que los adolescentes están en búsqueda de su identidad y los
padres pueden ayudarles a encontrarla. Pero, si los abandonan, los descuidan
por estar trabajando, la droga se convertirá en sus aliados y compañeros.
Como ven, el
desafío no es nada fácil. Hoy, acordándonos de la foto de bodas de antes,
podemos tomárnosla: ambos parados, o ambos sentados, dejando de lado el
patriarcado o el matriarcado que tanto daño hace a alguno de los dos, o
finalmente quizás a los dos. ¡Por la cooperación y el apoyo!, mis queridos
lectores imaginarios.
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